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CIUDADANOS DESENCANTADOS DE LA DEMOCRACIA


CIUDADANOS DESENCANTADOS DE LA DEMOCRACIA

A lo largo de esta década, el nivel de apoyo ciudadano a la democracia en América Latina no ha hecho más que descender. Comenzó, en 2010, con un nada despreciable aval de 61%, según la encuesta de Latinobarómetro. Este año, esa variable se ubica en el 48%, mientras que un 71% de la población encuestada se manifestó insatisfecha con el sistema democrático. Al mismo tiempo, lo que viene aumentando en la región es la indiferencia: según el mismo relevamiento, al 28% de los consultados les da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático. A comienzos de la década, el porcentaje de indiferentes representaba el 16%.


Las conclusiones del estudio están en sintonía con otras mediciones internacionales que también señalan que no son buenos tiempos para la democracia. Así, según Freedom House, una organización no gubernamental con sede en Washington, 2018 es el doceavo año consecutivo en el que hubo un declive de los derechos políticos y libertades civiles en el mundo. Por otra parte, un relevamiento realizado por el Pew Research Center en 14 países -entre ellos, la Argentina- revela también un escaso compromiso ciudadano con la democracia en todas las naciones estudiadas.


Las cifras son tan elocuentes que, de pronto, uno comprende que el triunfo de líderes carismáticos, autoritarios y antisistema como Donald Trump o Jair Bolsonaro no se explican únicamente por el impacto de las fakenews o las fallas en el funcionamiento de las instituciones. Se ve contextualizado, también, por el desencanto de una ciudadanía que siente que con la democracia ni se come, ni se cura, ni se educa. En líneas generales, hoy el sistema democrático no solo se percibe ineficaz a la hora de dar respuesta frente a reclamos fundamentales como la desigualdad o la inseguridad. A esta evidencia se suma la incertidumbre de un horizonte cargado de desafíos, como el cambio climático o los efectos colaterales sobre el empleo de la avanzada tecnológica, por citar apenas unos ejemplos. El contexto, por otra parte, aporta lo suyo: hace veinte o treinta años se creía que el avance de Internet iba a propiciar un mundo más democrático, con mayor acceso a la información. Sin embargo, hoy tenemos sociedades hiperconectadas y desinformadas que, en ocasiones, les dan la espalda a los partidos políticos tradicionales y se inclinan por el candidato que dice justamente lo que quieren escuchar, aunque esos dichos no tengan sustento en la realidad.



Para el politólogo Martín D'Alessandro, la democracia no está en crisis: está en riesgo. Crisis de representación


"Casi en ninguna democracia del globo los representados sienten que sus representantes estén promoviendo la voluntad popular, que es la base de todo el sistema. Además, los partidos políticos están perdiendo desde hace tiempo la capacidad de articular y combinar las preferencias de los ciudadanos, que cada vez participan menos. Por otro lado, la democracia no está dando los resultados esperados sobre una cantidad importante de temas como las guerras, el terrorismo, el deterioro ambiental, las migraciones, una redistribución de la riqueza aceptable o la corrupción. A lo que se suma, en los países más pobres, un desarrollo económico y social insuficiente como para pretender sociedades integradas y seguras", analiza el especialista. "Desde hace décadas, los politólogos venimos advirtiendo estos problemas -agrega-. Por eso no nos sorprende el éxito de líderes autoritarios como Putin o Chávez, o con tendencias


autoritarias como Bolsonaro o Trump". "La cuestión de la democracia gira hoy en torno a cómo garantizar no solo su legitimidad de origen sino también su legitimidad de ejercicio: en cómo transitar desde una democracia representativa a una democracia deliberativa; en cómo lograr una relación más estratégica entre Mercado y Estado; en cómo conciliar democracia con desarrollo económico y sostenibilidad ecológica para alcanzar una sociedad menos desigual y menos pobre", reflexiona Oszlak.




El mes pasado, el prestigioso centro de investigaciones norteamericano Pew Research Center difundió un estudio realizado en Túnez, Sudáfrica, Polonia, Filipinas, Nigeria, México, Kenia, Italia, Israel, Indonesia, Hungría, Grecia, Brasil y la Argentina. A pesar de la heterogeneidad del universo encuestado, en todos los casos quedó en evidencia la escasa disposición a ejercer activamente


el rol cívico, más allá del sufragio. En este sentido, la cuestión etaria es determinante: los jóvenes son menos propensos al voto que sus mayores. En cambio, los roles se invierten si se analiza la disposición a publicar opiniones o puntos de vista en la Web. En general, tópicos como la salud, la pobreza o la educación suelen ser los que más impulsan a tomar algún tipo de acción política. La libertad de expresión es un tema movilizador, sobre todo, entre los habitantes que gozan de mayores niveles de educación. La pobreza es el único de los tópicos consultados que no registra variaciones según nivel educativo: interpela a todos. La operación Lava Jato destapó un gigantesco esquema de corrupción en Brasil que provocó protestas multitudinarias; la acción de la Justicia alcanzó incluso al ex presidente Lula, hoy en prisión; la furia de la gente contra los corruptos fue capitalizada por Jair Bolsonaro, presidente electo que asumirá en el 2019.



"Una ciudadanía comprometida es un signo de una democracia saludable -explica a Richard Wike. En muchos países, las personas tienen niveles relativamente bajos de lo que los politólogos llaman eficacia política; es decir, sienten que no tienen la capacidad de influir realmente en el gobierno. Sin embargo, muchas personas podrían estar motivadas a involucrarse para solucionar ciertos problemas, especialmente en temas de salud, pobreza y educación".


Para Ana Basco es importante diferenciar entre el apoyo al sistema democrático y la satisfacción con los resultados de la democracia. Mientras que el apoyo a la democracia en América latina, explica, está muy relacionado con aspectos característicos y culturales de cada persona, la satisfacción con la democracia es una cuestión más coyuntural.


El relevamiento de Latinobarómetro también indaga sobre cuestiones que hacen a las preocupaciones y a la situación socioeconómica del universo consultado.


La pregunta crucial, entonces, es una sola: ¿cuánto puede soportar la democracia sin prosperidad económica? De esa respuesta, más que de ninguna otra cosa, parece depender su futuro.

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